Nos han movido el queso, vamos a buscar uno nuevo.
Imagen zycu.com |
En entradas anteriores he pretendido reflexionar sobre la
influencia que ejerce en nosotros el miedo, cómo éste nos coarta, limita
nuestros pensamientos y decisiones, condiciona nuestras acciones y nos
convierte en seres menos libres. He tratado de reflexionar también sobre el valor
de conocernos a nosotros mismos como persona
y de esforzarnos en saber qué podemos aportar, trabajar por sentirnos capaces y
ávidos de compartirlo con los demás para generar valor añadido, y terminar por
transformarlo en una estrategia-ventaja competitiva.
En definitiva, de la necesidad de contar con uno mismo, y
con los demás, como personas individuales, diferentes y ricas (en talento,
habilidades, capacidades, conocimientos…).Y de cómo es posible aprovecharlo
dentro de las organizaciones, desarrollarlo y explotarlo, sin llegar a perder de
vista el entorno que nos rodea para poder atender a los cambios que se producen,
identificarlos, analizarlos y ponernos en marcha para reconvertir las situaciones y caminar con ellos.
Necesitamos ser capaces de reinventar el camino y
readaptarnos de manera flexible y dinámica. Porque no cambiar el paradigma y aferrarse
a como se hacen normalmente las cosas
es lo sencillo. Por suerte o por desgracia el
queso se mueve sin parar.
Hace algunos años leí por primera vez la obra escrita por Spencer Jhonson, Quién se ha llevado
mi queso; desde entonces la he releído en varias ocasiones y como bien
nos desea Kennecth Blanchard en el prologo, siempre he
encontrado algo nuevo y útil en ella. Me ha ayudado a dirigirme hacia una
visión más perspectiva de los asuntos que me ocupan, simplificarlos, llegar incluso
a restarles seriedad y tomar la situación con humor para controlar mejor el
cambio. Aunque he de reconocer que en ocasiones me cuesta, me esfuerzo por identificar
mis convicciones limitantes para tratar de desprenderme de ellas, todo con el
objetivo de poder permanecer alerta ante los cambios. Siempre he pensando que es
mejor estar en el mar, y aprovechar el impulso de las olas, que quedarnos esperando
en la orilla.
Con todo, y aprovechando una cita Jhonson, solo pretendo compartir
el siguiente echo <<todos
estamos expuestos al cambio… los cambios se producen tanto si me dan miedo como
si me gustan>>. Debemos ser honestos y admitir que nos asusta el
cambio, sin duda como le pasaba a Kif es más fácil insistir en aferrarse a la
zona segura; pero aunque parezca contradictorio permanecer ahí también es
peligroso. ¿Por qué? Porque la vida es en sí misma es un proceso orgánico; y
cuando señalo orgánico me refiero a que no es algo lineal, a este respecto la
vida está formada por un gran laberinto en el que nos encontraremos con múltiples
obstáculos. Es un laberinto en el que debemos andar para encontrar nuestro
camino. En el camino, y de forma más que probable, abriremos puertas que no
nos lleven a ningún lugar concreto, otras que estén vacías, y algunas que nos alcancen a lugares que en el inicio de nuestro pasaje no habíamos contemplado. Es en
estos momentos donde debemos extremar la precaución y determinar de qué debemos
prescindir y qué debemos seguir buscando.
En ocasiones el mapa dibujado por más claro que nos
pareciera cuando lo trazamos resulta no ser el correcto, bien por no haber sido
realista, o simplemente porque el territorio ha cambiado y necesitamos trazar
otro, y volviendo a la metáfora, ir en
busca de esos nuevos quesos que nos están esperando.
La cuestión es plantearnos si estamos dispuestos a relajar
las tensiones, dejar de resistirnos al cambio y ayudar a cambiar, deponer las
conductas repetitivas (que por más que
lo intentemos, únicamente nos llevaran al mismo resultado) y sobre todo disfrutar del camino.
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