Hay acciones consideramos básicas en nuestra vida, y en
nuestro quehacer diario, a las que de tanto hacer sin parar te terminas por acostumbrar,
y de alguna manera, estas prácticas pasan a convertirse en hábitos y “dogmas”
sin darnos apenas cuenta. Para quien no lo sepa, un dogma es una proposición que se asienta por firme y cierta,
como principio innegable que no admite réplica ni está sujeta a prueba de
veracidad, y que además está impulsada por una utilidad práctica.
Muchos dogmas están tan arraigados que son
prácticamente invisibles, y se mantienen con tanta dedicación que resultan
casi incuestionables. Los dogmas “explican” la manera “correcta” de actuar y de hacer las cosas
y es por ello que existen dogmas
religiosos, sociales, filosóficos, morales, empresariales, y así un largo etc.
De hecho, (y llevando el ejemplo al mínimo), si yo les preguntara hora mismo
cuántas maneras conocen para cocinar papas (o patatas) tendrían una respuesta
inmediata, ¿no es cierto? Esto es resultado de la necesidad que tenemos los seres humanos de cocinar algunos
alimentos para poder consumirlos ¿no? Pues bien, además de ser una realidad
que nadie se cuestiona si viniera alguien a tratar de explicarnos algo
diferente, en la mayoría de los casos podrían suceder dos cosas: a) no le
prestaríamos nuestra atención, b) le
tacharíamos poco menos que de loco.
Hace unos días mantenía una conversación con un conocido
al que admiro (por diversas cuestiones), y con el que gusto hablar porque
afortunadamente solemos chocar en nuestros planteamientos como dos Iceberg. De nuestros
encuentros siempre logro sacar algo fructífero porque me esfuerzo en ampliar “mi
visión de la caja” y trato de comprender sus por qué. Este compañero pertenece
a una especie de directivos a la que cariñosamente llamo miopes.
Son personas con grandes capacidades, que han llevado a sus
organizaciones a importantes éxitos, y que actualmente tienen problemas (aunque muchos no lo
saben) para ver las exigencias que nos plantea día a día el futuro.
Principalmente, porque no encuentran motivos para creer que las cosas puedan
ser de otra manera.
Volviendo a mi amigo el miope, me telefoneó para comentar que estaba en ligero desacuerdo con el artículo anterior de esta serie. En el calor
de nuestra charla, y haciendo uso de la confianza que tenemos, le pregunté si
en su vida, tanto personal como profesional era un cocedor o un enriquecedor…
me dijo que no entendía la pregunta y le que contesté << muy sencillo, ¿Cuándo cocinas papas las cueces (las pones en una hoya sólo con
agua a hervir), o las enriqueces (las
pones a hervir en agua, añadiendo además sal o algún otro complemento
alimentario)?>>. El objetivo de añadir complementos
alimentarios o sal no es otro que alcanzar un resultado superior, puesto
que el inicial ya está conseguido (cocinar el alimento). Entonces si tenemos la oportunidad, por qué no enriquecer nuestras organizaciones y ser audaces aprovechando las oportunidades que nos brinda la situación actual, apuntarnos el punto y transformar nuestros problemas en oportunidades a través de una re-evolución para lograr así una ventaja
definitiva que permita el éxito competitivo a largo plazo, y además mantener esta conducta.
Durante la historia de la humanidad nuestra especie se ha
definido por las causas y por los problemas que intentamos superar, ejemplo de
ello pueden ser Nicolás Copérnico y su modelo heliocéntrico, Charles
Robert Darwin y su postulación de la
evolución de los seres vivos y el proceso de selección natural, o Martin Lutter King con su actividad
encaminada a terminar con el apartheid
estadounidense y la discriminación racial a través de medios no violentos. Sin
lugar a duda estas personas con sus planteamientos suponían una autentica revolución
de los dogmas y doctrinas del momento; pero no ello se rindieron y con el
tiempo alcanzaron el cambio.
Como
indica Gary Hamel, en su obra el Futuro del Management <<la pasión por resolver problemas extraordinarios es lo que crea
el potencial para obtener resultados extraordinarios>>. Si actualmente
la proactividad y la innovación parecen ser poco menos que incrementales puede
que el quid de la cuestión resida en que no estamos eligiendo correctamente los
problemas a resolver y por ello sólo alcanzamos respuestas triviales.
Finalmente permite que te haga una pregunta. ¿Cueces o enriqueces?
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